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La refundación de la Izquierda Peruana

LA ISLA DE JONAS

Juan Miranda Sánchez

Publicado: 2017-05-05


Por primera vez después de 30 años una nueva generación – que en su mayoría eran niños o aún no habían nacido cuando las organizaciones populares, estudiantiles y de trabajadores se estructuraban políticamente-; está en la real posibilidad de crear una alternativa de Izquierda en el país.

Una situación inédita para toda una generación que tuvo en la organización Izquierda Unida, a inicios de la década de 1980, el referente más cercano a posiciones progresistas como protagonistas de la política nacional.

El surgimiento de Izquierda Unida significó también el inicio de movilización y posterior organización de importantes sectores de la sociedad peruana. No únicamente intelectuales, estudiantes o sectores obreros y sindicales, sino importantes niveles de organización a nivel de sociedad, mujeres, jóvenes; lo que empezaba a construirse era un sentido de ciudadanía.

Todo ello se detiene, en un primer momento ante el rompimiento de Izquierda Unida, el “problema de la unidad de la izquierda” tras la derrota en las elecciones de 1985 ante el APRA. Pero el golpe que termina liquidando la posibilidad de una propuesta política de Izquierda lo constituye definitivamente el accionar de Sendero Luminoso.

Se ha referido, y con razón; que la falta de un deslinde claro con la violencia terrorista de Sendero Luminoso fue el mayor error de la Izquierda en los años de la violencia política en Perú. Fue este hecho, esta inacción, la que ha servido para que los sectores más conservadores de la sociedad, y el fujimorismo en especial; propagaran la satanización de la Izquierda, la tipificaran como antagonista a la Democracia y difundieran una serie de prejuicios en torno a ella.

Es cierto también que la Izquierda no hizo nada por contrarrestar esta campaña que ha instalado profundos prejuicios en la sociedad con respecto a las organizaciones de izquierda.

El deslinde con el tipo de sociedad -que si bien no era muy claro por entonces, razón por la cual entre otras cosas no se lograba la ansiada unidad- que postulaba la Izquierda y el que postulaba el terrorismo nunca fue contundente.

Hasta antes de 1980, cuando Sendero Luminoso hiciera su mediática aparición, quemando las ánforas de las elecciones en la comunidad de Chuschi y con los perros colgados en los postes de electricidad en la ciudad de Lima; los grupos de izquierda no se diferenciaban de la predica senderista.

Para la mayoría de partidos que ya constituían Izquierda Unida la participación en elecciones y el “escenario Democrático” eran eso, una estación hacia un camino cuyo destino final tenía otra connotación; en los términos de entonces, participar en elecciones era parte de una estrategia para la captura del poder.

Hasta entonces con Sendero Luminoso la Izquierda también compartía que la única vía para la toma del poder real era la lucha armada. Los dirigentes de la izquierda tenían eso como principio y así formaban a sus militantes. Las generaciones de izquierda de los años 60, 70 y 80 teníamos como objetivo hacer la revolución para conquistar el poder y establecer la dictadura del proletariado. Los cantos y las consignas de la cultura de la izquierda en esos años hablaban de jóvenes preparándose para la revolución social. Era así, hasta que a partir de 1980 Sendero Luminoso anunció el inicio de la “lucha armada” y lo que fueron consignas y cánticos mostraron el rostro más fiero del fundamentalismo, del odio y de la muerte.

Esas consignas totalitarias, excluyentes, infectadas de muerte nos reventaron en el rostro y han provocado la herida más profunda en el espíritu del pueblo peruano al que la izquierda decía y ha querido representar.

Esa deuda no ha sido aún saldada. Esa es una página que no puede pasarse y si bien esa tarea le correspondió a la dirigencia histórica de la Izquierda Peruana, por la responsabilidad ante toda su militancia y por la responsabilidad de su propuesta de sociedad; la refundación de la Izquierda pasa también por tener este gesto histórico, de manera pública y de cara al país, por parte de esta nueva generación de Izquierda.

Desde mediados de los años 80 la Izquierda peruana perdió capacidad de representar una propuesta coherente en la política peruana; devino en una Izquierda sin norte, sin liderazgo y sin la entereza y dignidad de reconocer su profundo error.

Mientras gran parte de los dirigentes de la Izquierda buscaban un espacio para reinventarse, muchos de ellos, reciclándose en la política y otros en el discurso desarrollista de las Ciencias Sociales, las bases de Izquierda pasaban por la experiencia de defender sus organizaciones, a nivel barrial, estudiantil, obrero, etc. en medio del terrorismo de Estado del fujimorismo y el terrorismo fanático de sendero luminoso.

En medio de ese escenario algunos dirigentes se quedaron junto a sus bases. La dirigente más representativa de todos ellos fue salvajemente asesinada justo por ser la única que enrostró al terrorismo con el argumento que la Izquierda debió haber enarbolado en esos años, y que ahora debe ser una de las consignas para la refundación de la izquierda peruana.

María Elena Moyano lo dijo sin dudarlo: “La revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva; es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición, ni sometimiento ni fanatismo. La revolución es vida nueva, es convencer y luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo”.

Y por eso la mataron, por ello quisieron desaparecerla después de muerta haciendo explotar su cuerpo con dinamita; pero es su mensaje el que debe quedar esparcido entre nosotros; “la revolución es afirmación a la vida”.

Y es este concepto, de múltiples dimensiones, el que marca esta etapa de la Izquierda peruana y el que lo diferencia de la izquierda conservadora, la izquierda anquilosada, patriarcal, excluyente, que de tanto mirarse en el rostro de las dictaduras ha terminado pareciéndose a todo aquello contra lo que combatió.

DIFERENCIARSE DE LA “IZQUIERDA CONSERVADORA”

La izquierda conservadora jamás ha imaginado el país que quiere construir, solo ha definido tácticas que le permitan asaltar un poder en el cual instalarse para que nada cambie y la estructura siga siendo la misma.

Apropiándose de la representación “del pueblo” y “el proletariado” la izquierda conservadora no busca cambiar el sistema, sino los roles dentro del mismo sistema. Lo que sintetizó ese objetivo ha sido la consigna referida a la “dictadura del proletariado” para lo cual sendero luminoso –el sector esencialmente más conservador de la izquierda peruana- tenía una formula más sincera: “salvo el poder todo es ilusión”. Y ese pragmatismo llevó incluso a que cuando se estructuró el poder fujimorista, diversos operadores políticos de la izquierda conservadora en los años 90 terminaron articulando la conexión entre el fujimorismo y las organizaciones populares. El trabajo de organizarle una base social popular al fujimorismo se lo hicieron operadores políticos de esta ortodoxa izquierda conservadora.

Lo que queda de la izquierda conservadora es su capacidad de sobrevivencia en base a consignas y etiquetas, la última de ellas le permitió alinearse, ordenadamente; detrás del título de “socialismo del siglo XXI”, disfrutando irresponsablemente de espacios de poder pero incapaz, como siempre; de generar cambios estructurales.

La izquierda conservadora necesita mantener la estructura patriarcal de la sociedad, porque ello le garantiza el poder. Una Izquierda revolucionaria, dentro de un Perú nuevo debe romper con las estructuras patriarcales en todos los ámbitos. Debe desarrollar una autentica feminización de la política para que esto sea posible, para que la revolución sea “la afirmación de la vida”.

La política tradicional, y dentro de ella la izquierda conservadora imparte órdenes a partir del mandato en el poder; contrariamente a ello, la feminización de la política nos obliga a alcanzar la hegemonía del poder; lo que desde movimientos indígenas como el zapatismo mexicano se conoce como “mandar obedeciendo”. (Lo que todos comprendemos que se debe hacer, no aquello que se impone que se debe hacer).

Una Izquierda que no rompa con la estructura patriarcal no tiene sentido.

La izquierda conservadora ha requerido la homogeneidad para mantenerse; la política del “partido y el pensamiento único” es su extremo. Nada más absurdo en una organización de Izquierda en el Perú, uno de los países más diversos del continente.

La posibilidad de una sociedad nacional peruana solo puede darse en “la unidad de lo diverso” y si la Izquierda peruana quiere ser la representación de esa sociedad sólo puede serlo en la diversidad, en la representación de esa diversidad; una propuesta sólida, coherente y unitaria de lo diverso.

La Izquierda revolucionaria debe representar esa diversidad social, deslindando con la propuesta excluyente de la “organización clasista” que aun enarbola la izquierda conservadora.

Debe representar la diversidad sexual, no como una muestra de “tolerancia” sino como el ejercicio y el reconocimiento de un derecho ciudadano.

Debe representar nuestra diversidad étnica no solo como una herencia histórica; sino como la necesidad de re-aprender valores y paradigmas de nuestros pueblos tradicionales para que un nuevo mundo sea posible. Los Pueblos Indígenas son la última frontera en el mayor desafío de la Humanidad, el cambio climático.

La “agenda medio ambiental” no es únicamente otro capítulo en la propuesta de la Izquierda, es el eje para poder plantear una alternativa de país en medio de circunstancias medioambientales en las que el Perú es uno de los países más vulnerables a estos cambios. El paradigma del extractivismo como la única posibilidad de generación de riqueza, para una distribución equitativa y un Estado de bienestar, ya no funciona. Es necesario un nuevo paradigma en el que la temática medio ambiental atraviesa la propuesta económica, política, social, cultural.

Es absurdo también que una Izquierda nueva en el Perú continúe siendo expresión política del centralismo; sin la construcción de auténticos y firmes liderazgos regionales, esta Izquierda que tiene su más fiel base social fuera de Lima no tiene ningún sentido.

Una refundación de la Izquierda peruana es posible y necesaria hoy más que nunca, rompiendo definitivamente con la izquierda conservadora; con una importante presencia femenina en sus liderazgos, con una necesaria representación de la diversidad social, sexual, étnica; con el claro objetivo que otro mundo es posible, tiene que serlo!, porque los paradigmas de este sistema y sus estructuras, ya no funcionan.


Escrito por

Juan Miranda Sanchez

Naci en Tacna, la "Ciudad Erotica", bachiller en Antropologia, por la UNSA, fui periodista en Arequipa y Tacna, emigre a Canada.


Publicado en

La Isla de Jonas

Temas variados desde el norte del norte, vivo en Canada desde el 2002; habiendo nacido al sur del sur, en Tacna.